¿Qué es la ansiedad?
Respiración acelerada, palpitaciones, mareo, sudoración, visión de túnel, sensación de ahogo, dolor u opresión en el pecho, pérdida de sensibilidad, calor, temblores… ¿Te resultan familiares estas sensaciones? Si las has experimentado en alguna ocasión junto con la sensación inminente de que te podía suceder algo malo, que te encontrabas en peligro o incluso llegaste a pensar que te podías morir, muy posiblemente estabas experimentando síntomas de ansiedad.
Quizás hayas leído en alguna ocasión que la ansiedad es una reacción de nuestro organismo necesaria. Y así es. La ansiedad es una emoción que necesitamos para vivir. Todos hemos podido experimentarla en algún momento de nuestras vidas. No poder dejar de preocuparte ante un problema en concreto, pensando continuamente en él, o sobre tu capacidad para enfrentarte al mismo. También podrás haber experimentado sentimientos como el miedo, la aprensión, angustia…
Es una reacción normal y sana. A lo largo de la evolución de nuestra especie, nuestro organismo ha aprendido a reaccionar ante el peligro poniendo en marcha el circuito de la ansiedad, de modo que podamos hacer frente o bien huir de él. Es una respuesta innata que tiene como misión la supervivencia. Y esto es una ventaja, ya que nos prepara para la acción, a reaccionar rápidamente si es necesario. Niveles moderados de ansiedad te pueden ayudar a mejorar tu actuación en momentos difíciles, como ante una situación de examen, hablar en público o enfrentarte a una entrevista de trabajo.
La ansiedad se convierte en un problema cuando surge en situaciones en las que no hay un peligro real, cuando es demasiada intensa o desproporcionada para esa situación o cuando persiste después de que la que la situación de estrés ha desaparecido. Si notas sensaciones de ansiedad cuando no habría motivo para ello, o es tan elevada que te bloquea, paraliza, no te permite afrontar correctamente la situación e interfiere en tu vida cotidiana, es cuando estamos hablando de problema o trastorno de ansiedad. Y esto es mucho más común de lo que quizás puedas pensar, de hecho, suele ser una de las demandas más frecuentes en las consultas de psicología. Aprender por tanto, a manejarla y controlarla es fundamental para recuperar tu bienestar emocional.
Síntomas de la ansiedad
Para aprender a manejar tu ansiedad, el primer paso es que sepas identificarla. No siempre se presenta de la misma forma, ni con la misma intensidad y además existen diferencias individuales, de la manera en que se manifiesta en ti no tiene porqué ser igual que en otra persona. Son tres los niveles en los que puedes notar los síntomas:
- A nivel cognitivo: se refiere al plano mental y son las creencias que tienes respecto a lo que te preocupa: puedes tener pensamientos negativos que no se van de tu mente, suelen ser respecto al futuro y generalmente catastróficos. Suelen anticipar algún tipo de peligro: por ejemplo, estar convencido de que algo muy grave físico o mental puede sucederte y que el resultado será fatal. Podrás reconocerlos porque en muchas ocasiones comienzan con un “¿Y si…?. También pueden ser ideas e imágenes de que estás a punto de morir, miedo a perder el control o volverte loco. Vienen a tu mente de forma automática e involuntaria y en muchas ocasiones lo que sucede es estar continuamente rumiando, es decir, no poder dejar de preocuparte, de darle muchas vueltas a las cosas. Tener dificultades para concentrarte, prestar atención y tomar decisiones, también suelen ser síntomas frecuentes.
- Los síntomas físicos de la ansiedad suelen ser los que más miedo provocan. Cuando sientes ansiedad es común que puedas notar: palpitaciones, taquicardia, opresión en el pecho, mareo, sensación de ahogo o asfixia, tensión muscular, hiperventilación, temblor, visión borrosa, percibir las cosas o percibirte a ti mismo en forma extraña, hormigueo, flojedad en las piernas, etc. Si en alguna ocasión has experimentado un ataque de pánico, estos síntomas habrán alcanzado una intensidad mayor al igual que el miedo que te hayan generado.
Como antes te decía, no todas las personas experimentan los mismos síntomas. Las sensaciones temidas varían, una misma sensación puede causarte temor a ti, pero para otra persona puede ser algo normal. De modo que si por ejemplo, lo que te provoca miedo es la posibilidad de tener un infarto, lo que temerás sobre todo será las sensaciones de taquicardia, palpitaciones, opresión o pinchazos en el pecho y pérdida de sensibilidad en brazos. En cambio, si el temor fuera volverse loco, muy probablemente éste miedo se dispararía ante los síntomas de despersonalización o desrealización (percibirte a ti mismo o lo que te rodea de forma extraña).
- El componente conductual como otra manera en la que se puede manifestar tu ansiedad, es a través del cuerpo. Incluye la tendencia a huir, escapar, buscar ayuda y hacer cualquier cosa que pueda ayudarte a librarte del “peligro”.
Así, puedes acudir a urgencias, tomar ansiolíticos, evitar salir de casa, evitar determinadas actividades que te puedan generar los síntomas físicos como hacer deporte o cualquier cosa que suponga un esfuerzo físico.
Puedes evitar situaciones que consideres peligrosas como quedarte solo en casa, conducir, hacer una cola o viajar o bien las afrontas pero acompañado de alguna persona de confianza o algún objeto (fármaco, móvil, agua…) que te haga sentir seguro. También puedes experimentar dificultades para conciliar el sueño o cambios en el apetito.
Los tres componentes (el fisiológico, el conductual y el cognitivo) se hallan siempre presentes cuando se activa un estado de ansiedad, aunque en tu caso puedas notar que un nivel se activa con más fuerza que otro. Cada uno de ellos influye en activar o desactivar a los otros. Por ejemplo, si piensas que al coger el autobús te puedes marear y tu temor es desmayarte, tan solo con el hecho de pensar en la posibilidad de cogerlo ya se activarían síntomas físicos como palpitaciones o sensación de ahogo. El que puedas ir identificando los síntomas que te suceden en cada plano será el primer paso para que puedas manejar tu ansiedad.
Por qué se produce la ansiedad
Imagina que has tenido un día complicado. Las exigencias del trabajo han sido continuas, has trabajado con mucha presión y tus niveles de estrés han estado por las nubes. Llevas todo el día con una sensación de presión en el pecho continua y de mareo. Tras esto, al final de la jornada llegas a casa y notas que las sensaciones en lugar de disminuir, continúan presentes y comienzas a pensar que algo en tu cuerpo no marcha bien o que te puede pasar algo malo. Si ya ha pasado lo que te agobiaba, ¿cómo es que no estás más tranquilo? ¿Por qué sucede esto?
Cuando te enfrentas a una situación que tu cerebro percibe como peligrosa (real o imaginaria) que bien puede ser una situación exterior o una sensación corporal, automáticamente va a mandar una señal al sistema nervioso autónomo para poner en marcha el mecanismo de alarma: es decir, se activa una parte de tu sistema nervioso y se producen una serie de cambios fisiológicos con los que tu organismo se prepara para afrontar el peligro.
Cuando esto sucede, el cerebro envía su mensaje al sistema nervioso autónomo, se van a producir una serie de cambios fisiológicos en tu cuerpo:
- Se libera adrenalina y noradrenalina, sustancias que actúan como mensajeras químicas, acelerando todo tu organismo: vas a notar sensación de nerviosismo e inquietud.
- Puedes hiperventilar: esto es, el ritmo respiratorio se acelera involuntariamente, respiras más cantidad de aire y más deprisa para enviar oxígeno a todo el organismo, preparando tu cuerpo para la lucha o la huida. Esto va a generar que tengas más oxígeno en la sangre y que notes ciertas sensaciones internas como puede ser debilidad, mareos, visión borrosa, sensación de ahogo, temblores…
- Aumenta la frecuencia y la fuerza de los latidos del corazón. De este modo, tus músculos disponen de más sangre con lo que podrías luchar mejor o huir.
- Tu sangre se concentra en las áreas del cuerpo donde podría ser más necesaria en una situación de peligro. Por tanto, queda menos sangre en otras zonas, por ejemplo, en las manos, pudiendo dar lugar a temblor, hormigueo, etc.
Todos estos cambios, serían útiles y beneficiosos si te encontrases ante un peligro real. Pero, si en vez de tomarlos como algo “normal”, piensas que esas sensaciones son peligrosas, se activará aún más el sistema de alarma, y por tanto las sensaciones y el miedo aumentarán.
A continuación, te muestro una tabla con la explicación física real de las sensaciones que experimentas cuando sientes ansiedad:

Qué puedo hacer para reducir la ansiedad
Con este artículo ya sabes qué es la ansiedad y si ahora quieres saber cómo se trata, contáctame aquí y te explicaré el método por el cual conseguirás liberarte de tus miedos y ser vivir más tranquilo en tu día a día.
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